Tradicionalmente, se sitúa el año 476 como fecha de la caída del Imperio Romano e inicio de la Edad Media, El Imperio Romano de Oriente continuó hasta la caída de Constantinopla en 1453, fecha que se usa como fin de la Edad Media e inicio del Renacimiento.
El Bajo Imperio Romano es el período histórico que se extiende desde el acceso al poder de Diocleciano en 284 hasta el fin del Imperio Romano de Occidente en 476.
Tras los siglos dorados del Imperio Romano, período denominado Pax romana, (siglos I a II), el Imperio entró en una profunda crisis.
El ejército ordinario apenas podía guarnecer las fronteras en tiempos de paz. Si un punto era atacado sólo podía ser reforzado con tropas que defendían otra zona de la frontera. Para solucionar este problema se incorporaron tropas bárbaras al ejército. Lo que llevó a que se adoptaran paulatinamente sus tácticas, como consecuencia la infantería perdió importancia frente a la caballería, que estaba constituida por tropas de extranjeros. Además los bárbaros tenían tendencia a desertar para unirse a las fuerzas invasoras.
Además existía anarquía militar, caracterizada porque la guardia pretoriana se rebelaba para deponer al emperador, y los ejércitos provinciales para elevar a su comandante a la dignidad imperial, dando lugar a guerras civiles.
En el siglo III el Imperio había cesado su expansión y el estado ya no contaba con riquezas obtenidas de las conquistas militares. La crisis económica se caracterizaba por una gran inflación y un declive de la agricultura, la industria, el comercio, el medio urbano y el sistema esclavista. El hambre, las epidemias y la inseguridad se apoderaron del Imperio. Esto unido a la presión externa de las tribus bárbaras (extranjeras) acabaría por destruir al Imperio de occidente.
El Bajo Imperio Romano es el período histórico que se extiende desde el acceso al poder de Diocleciano en 284 hasta el fin del Imperio Romano de Occidente en 476.
Tras los siglos dorados del Imperio Romano, período denominado Pax romana, (siglos I a II), el Imperio entró en una profunda crisis.
El ejército ordinario apenas podía guarnecer las fronteras en tiempos de paz. Si un punto era atacado sólo podía ser reforzado con tropas que defendían otra zona de la frontera. Para solucionar este problema se incorporaron tropas bárbaras al ejército. Lo que llevó a que se adoptaran paulatinamente sus tácticas, como consecuencia la infantería perdió importancia frente a la caballería, que estaba constituida por tropas de extranjeros. Además los bárbaros tenían tendencia a desertar para unirse a las fuerzas invasoras.
Además existía anarquía militar, caracterizada porque la guardia pretoriana se rebelaba para deponer al emperador, y los ejércitos provinciales para elevar a su comandante a la dignidad imperial, dando lugar a guerras civiles.
En el siglo III el Imperio había cesado su expansión y el estado ya no contaba con riquezas obtenidas de las conquistas militares. La crisis económica se caracterizaba por una gran inflación y un declive de la agricultura, la industria, el comercio, el medio urbano y el sistema esclavista. El hambre, las epidemias y la inseguridad se apoderaron del Imperio. Esto unido a la presión externa de las tribus bárbaras (extranjeras) acabaría por destruir al Imperio de occidente.
Durante los siglos II y III, se produjeron grandes cambios religiosos en el Imperio. El desorden e inseguridad de la época provocaron la retirada hacia la vida interior. Además la religión oficial, muy ligada al desprestigiado gobierno del imperio, era incapaz de solucionar los problemas del pueblo.
En muchas épocas de crisis, se acusa a un grupo minoritario de todas las desgracias, en este caso fueron los cristianos. Ajenos al culto imperial y a la vida religiosa cotidiana del imperio, se decía de ellos que eran los que arruinaban las relaciones ente los hombres y las divinidades, provocando desgracias.
En el 313 Constantino emitió el Edicto de Milán, una declaración de libertad de culto que restituyó todos los bienes confiscados a los templos cristianos. El imperio, de manera inesperada, comenzó a convertirse para muchos cristianos no en un lugar de paso, sino en algo que se contemplaba como propio.
En el año 380, el emperador Teodosio por el edicto de Tesalónica declaró al cristianismo como religión oficial del Imperio y prohibió el paganismo. Se clausuraron los templos paganos y se suspendieron los juegos consagrados a los antiguos dioses como los Juegos Olímpicos. En el 392 prohibió los sacrificios paganos.
A partir de 410, toma de Roma por Alarico; los paganos acusan al cristianismo de ser el responsable de la ruina del Imperio. Los mismos cristianos se sienten también preocupados: si Roma se hundía, ¿arrastraría consigo a la Iglesia? Agustín (354-430) se ve obligado a responder e infundir ánimos. Entre 413 y 426 escribe “La ciudad de Dios”.
Los cristianos usaron la filosofía para esclarecer la fe, fijando el dogma en la lucha contra las herejías, y para justificar la fe en un mundo hostil. San Agustín es una figura central en ambos aspectos, su influencia es extraordinaria durante toda la Edad Media. Su obra supone la primera gran síntesis entre el cristianismo y la filosofía platónica. Aunque inspirado por la fe, el pensamiento de San Agustín dominará el panorama filosófico cristiano hasta la aparición de la filosofía tomista, ejerciendo un influjo considerable en la práctica totalidad de pensadores cristianos durante siglos.
El cristianismo poseía una fuerte carga revolucionaria: oponía el Reino de Dios al reino del César, y en el Apocalipsis la Jerusalén celestial se contrapone a Babilonia, que no es sino la misma Roma.
El Imperio representaba el ideal de un mundo cerrado en el que la divinidad formaba, en cierto modo, parte de la comunidad política. Virgilio liga la fundación de Roma a los mismos dioses. La concepción cristiana, con su obstinada voluntad de proclamar la transcendencia de Dios, arruinaba este universo cerrado sobre sí mismo.
Además el cristianismo se considera depositario único de la verdad. Los cristianos resultan extraños ideológicamente para los romanos, esto explica en parte las persecuciones del Imperio hacia el cristianismo. Roma toleró los cultos de los pueblos conquistados siempre que no intentaran hacer prosélitos entre los ciudadanos romanos. El cristianismo se extendía rápidamente y no sólo entre las clases bajas. No era el credo tradicional de un pueblo conquistado como ocurría en el caso del judaísmo. No estaba claro si debían ser tolerados o perseguidos. Si no eran absorbidos o destruidos podían crear un estado dentro del estado.
La ética de Jesús incluía mandatos tan extremos como el de amar al enemigo, perdonar a los que nos han causado ofensas u orar por los que nos injurian. Todos los teólogos hasta inicios del siglo IV no sólo condenaron la guerra, sino que manifestaron que ningún cristiano podía servir en el ejército ni siquiera en tiempo de paz. Se condenaba de la misma manera que un cristiano se dedicara a la prostitución, como al tráfico de esclavos o a servir en el ejército. Semejante posición se vio regada con sangre. Mártires como Julio, un antiguo centurión, o Maximiliano prefirieron morir a servir en las filas del ejército.
Agustín de Hipona fue uno de los primeros teólogos que intentó conciliar las enseñanzas de Jesús con la defensa de un imperio que en buena medida era cristiano y que intentaba sobrevivir al asalto de bárbaros. Admitía el pacifismo privado (todos debemos perdonar a los que nos ofenden y orar por nuestros enemigos), aceptaba el pacifismo total de unos pocos (los monjes llamados a seguir el camino de perfección, por ejemplo) pero indicaba que el imperio no podía incorporar ese punto de vista como política pública y que su defensa era lícita. Aún más, los cristianos debían contribuir a ella como buenos ciudadanos.
Muchas gracias! Muy util!
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