martes, 13 de abril de 2010

NIETZSCHE CONTEXTUALIZACION



SCHOPENHAUER

Ver http://www.lasangredelleonverde.com

Immanuel Kant (1724-1804) estableció que conocemos fenómenos pero no las cosas en sí. Es decir, captamos la realidad exterior pero no sabemos en que medida se corresponde con lo que existe realmente. El mundo tal y como aparece en nuestra mente es un fenómeno causado por algo externo a la propia mente; este algo es la cosa en sí o noúmeno.

Arthur Schopenhauer (1788-1860) igual que Kant consideraba que existen dos mundos: el que conocemos por nuestra mente y el que es en sí. El que conocemos por nuestra mente es una representación del mundo en sí, una mera construcción de nuestra mente que nos permite adaptarnos al entorno; integrando el pensamiento oriental en su filosofía llega a decir que esta “representación” es una mera ilusión que nos oculta el mundo en sí... un simple engaño.

Al contrario que Kant, Schopenhauer cree que es posible conocer al mundo en sí. Nosotros mismos como seres que conocemos tenemos una doble perspectiva: conocemos el mundo externo (representación) y nos conocemos a nosotros mismos (mundo en sí). El hombre al pertenecer al mundo es tanto representación como cosa en sí y por lo tanto al dirigir la mirada a nuestro interior podemos descubrir la esencia del mundo reflejada en nosotros.

Mi cuerpo es un objeto del mundo (fenómeno) pero al autoconocerme percibo que lo que fundamenta mis actos y mi persona es la voluntad. El querer, el apetecer, el buscar la satisfacción son los modos como mi corporalidad se comunica con mi mente. El mundo en sí se objetiva en mi cuerpo como deseo. Los deseos son múltiples y además imposibles de satisfacer: hambre, sed, dolor, frío, deseo sexual, etc. así que podemos concluir que el mundo en sí es voluntad.

De hecho en el mundo natural vemos la voluntad por todas partes: los animales se devoran entre sí, copulan, crían y mueren. La naturaleza es un enorme y cruel campo de batalla en donde desde el microbio hasta el ser humano están en perpetua batalla por la vida; son meros títeres de la voluntad. La muerte es el fin de todo ser vivo pero la muerte no afecta a la voluntad que es insaciable e infinita: por cada ser muerto millones de seres crecen de sus despojos.

El mundo es sufrimiento ya que por un lado el fin de la voluntad de vivir es vivir para siempre y eso es imposible; y por otro, la voluntad se manifiesta en forma de deseos que o bien son insatisfechos, y generan sufrimiento, o bien son satisfechos y generan nuevos deseos. Por lo tanto, el hombre sabio se aparta del deseo en lo posible y evita ser arrastrado por la voluntad al camino del sufrimiento; el filósofo debe, también, captar el carácter meramente ilusorio de sus representaciones que le ocultan la horrible realidad del mundo y le arrastran al deseo.

La voluntad se apacigua en el desconocimiento. Pero sólo tomando conciencia del dolor puede suprimirlo. El primer paso es la contemplación desinteresada de las Ideas. La representación es engañosa, muestra una aparente multiplicidad, mientras que la voluntad es única y absoluta. Esta multiplicidad queda atenuada al agrupar las cosas en géneros (clases) y construir una jerarquía que va desde lo inorgánico hasta la conciencia. Estos géneros se identifican con las Ideas de Platón, son tipos eternos en medio del eterno devenir de las cosas. La contemplación de las Ideas permite al hombre desligarse de la irracionalidad de la voluntad y del dolor.

El artista llega por intuición a la contemplación de las primeras objetivaciones de la voluntad y a su dominio. La forma más alta de arte es la música. La tragedia y la música anulan el yo al sumergirlo en el dolor eterno colectivo.

En este mundo ilusorio y cruel solo cabe la compasión como modo de relacionarse éticamente con los otros. Las otras personas son, como yo, apariciones de la voluntad, espejismos efímeros seducidos por el deseo. El otro es en esencia yo y su sufrimiento es el mismo que el mío. Reconocer la comunión de todos los seres y por extensión de todos los hombres a través de la compasión es el camino del hombre sabio frente al ciego e ignorante egoísmo individualista que ve en el otro a un completo extraño.

Nietzsche tomará del pensamiento de Schopenhauer la idea de que el mundo es voluntad de vida, voluntad insaciable, loca e infinita; sin embargo, aún asumiendo el carácter de “lucha perdida” que tiene la vida valorará este deseo de vivir como deseable en sí mismo y criticará la negación del deseo que hace su maestro. Para Schopenhauer el querer es igual al dolor y es imposible de superar, para Nietzsche, el querer también es dolor pero permite la creación: en la afirmación del dolor se alcanza el gozo, el hecho de afirmar lo trágico, de amar lo absurdo de la existencia, nos permite transformar la vida, convertirla en alegría. La compasión hacia el débil será para Nietzsche una muestra más de la falta de voluntad de vivir de la filosofía de Schopenhauer.

Charles Darwin (1809-1882) había establecido que los animales mejor adaptados al medio sobrevivían mientras que los peor adaptados perecían. De esta manera las especies evolucionaban y se adaptaban a los cambios del medio. El darwinismo social fue un movimiento filosófico que trasladó estos conocimientos a la sociedad humana.

Herbert Spencer (1820-1903) creía que el universo evolucionaba desde el caos indiferenciado hasta el orden diferenciado. En las sociedades humanas esto es así también ya que hemos evolucionado desde hordas primitivas en donde la individualidad no existía hasta la actual sociedad liberal-capitalista en donde existe orden social y una clara diferenciación entre individuos. El capitalismo es un sistema en el que gracias a la lucha y colaboración entre individuos se crea la riqueza y el bienestar social aunque como consecuencia colateral y natural algunos elementos débiles queden fuera del sistema. Bajo las premisas del concepto darwinista de “la supervivencia del más apto” Spencer consideraba que la sociedad no debía de ayudar a estos individuos o pueblos débiles ya que solo se conseguiría prolongar la agonía de los menos aptos o alterar el orden natural de las cosas.

Nietzsche incluyó en su sistema la certeza darwinista de la dureza de la lucha por la vida y la idea de que solo los más aptos en esta lucha sobreviven; no obstante el filósofo alemán estaba lejos de creer que el capitalismo mercantilista fuera en donde pudiera nacer y crecer el superhombre.








FILOSOFOS DE LA SOSPECHA

Karl Marx, Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche son los tres maestros o filósofos de la sospecha. Se relaciona a los tres pensadores del siglo XIX con la crítica al racionalismo dominante en el pensamiento y en general toda la civilización occidental. Descartes puso en duda que las cosas fuesen tal y como aparecen, pero no dudó de que la conciencia fuese tal y como se aparece a sí misma. Por el contrario, los tres maestros de la sospecha: Marx, Freud y Nietzsche, aunque desde diferentes presupuestos, consideraron que la conciencia en su conjunto es una conciencia falsa. 



Así, según Marx, la conciencia se falsea o se enmascara por intereses económicos, en Freud por la represión del inconsciente y en Nietzsche por el resentimiento del débil. Sin embargo, lo que hay que destacar de estos maestros no es ese aspecto destructivo de las ilusiones éticas, políticas o de las percepciones de la conciencia, sino una forma de interpretar el sentido. Lo que quiere Marx es alcanzar la liberación por una praxis que haya desenmascarado a la ideología burguesa. Nietzsche pretende la restauración de la fuerza del hombre por la superación del resentimiento y de la compasión. Freud busca una curación por la conciencia y la aceptación del principio de realidad. Los tres tienen en común la denuncia de las ilusiones y de la falsa percepción de la realidad, pero también la búsqueda de una utopía.
http://es.wikipedia.org/wiki/Maestros_de_la_sospecha



ORTEGA

La razón se ha entendido durante siglos como algo que capta lo inmutable, la esencia eterna de las cosas. El ejemplo máximo de esto es el racionalismo del siglo XVII o la razón pura de Kant. Este tipo de razón sirve para conocer la naturaleza, que tiene un carácter ontológico (de ser) fijo. Pero no funciona en los asuntos humanos, las ciencias humanas no alcanzan la perfección de las ciencias de la naturaleza y de la técnica. La razón matemática no puede pensar la temporalidad de la vida humana. Esta es la causa de que hayan surgido los irracionalismos en la historia, como es el caso de Nietzsche. Ortega también rechaza el irracionalismo porque éste olvida que la razón es un elemento vital más y se cae entonces en el extremo opuesto.
La realidad radical es nuestra vida. Ortega propone la razón vital, vivir es entender, razonar ante la circunstancia en que vivimos. La vida como totalidad, como proyecto permite hacer inteligible lo que nos pasa, la realidad. Pero el horizonte de la vida es histórico, la razón vital es razón histórica, para pensar la historia y la vida son necesarias nuevas categorías, conceptos que capten la individualidad y el cambio, conceptos que no signifiquen siempre lo mismo, sino que su sentido dependa de la circunstancia a la que se refieran.



EL ATEISMO

El ateismo es un fenómeno reciente en la historia de la humanidad. Apenas se usaba el término ateo, a los escépticos se les acusaba de inmoralidad, no de ateismo. En la antigüedad los dioses tienen caracteres humanos y reproducen fielmente nuestras pasiones y vicios. Demócrito y Epicuro rechazan esta visión idólatra de dios, que surge del sentimiento de debilidad del ser humano ante las fuerzas de la naturaleza. En la Edad Media la fuerza del sentimiento religioso hace desaparecer la cuestión del ateismo.

Con el racionalismo aparece el deismo que separa la creencia en dios de la revelación histórica, implica la ruptura entre razón y fe. El panteísmo de Spinoza niega la existencia de un dios personal y de la providencia divina. El empirismo se caracteriza por su escepticismo en cuestiones religiosas. Niega la posibilidad del conocimiento de dios porque solo podemos conocer la realidad sensible y material. En la ilustración aparecen algunos pensadores materialistas ateos, no existe nada más allá de la naturaleza y la creencia en dios carece de sentido. Kant niega la posibilidad del conocimiento y de la demostración de la existencia de dios. La existencia de dios sólo es un postulado moral, la garantía de que recibiremos el premio a nuestras buenas acciones en una vida futura.

Según el humanismo ateo la negación de Dios sigue a la afirmación del puesto central del hombre y de su libertad. La libertad de Dios y la libertad del hombre se excluyen mutuamente. En La gaya ciencia, Nietzsche compara al creyente con un lago cuyas aguas van a desembocar en el mar, perdiendo con ello la posibilidad de realizarse a sí mismo. Sólo cuando se cierra herméticamente el lago con un dique el agua deja de fluir (hacia Dios), comienza a elevarse y el hombre puede conseguir realizarse. La idea de Dios "envenena" la vida.

Feuerbach, es crucial en toda la crítica moderna de la religión. No fue Dios el que creó al hombre, sino al revés, el hombre el que creó a Dios a su imagen. Mientras que el animal está dotado de instinto, el hombre tiene conciencia. Esta conciencia se caracteriza porque puede hacer objeto suyo a lo otro, pero sobre todo a la propia esencia. La esencia del hombre se expresa en las funciones humanas básicas de la razón, la voluntad y el amor. La teología separa el ser del hombre del hombre, lo sitúa fuera de él mismo y hasta, con ayuda del concepto de Dios, hace de él un ser opuesto a sí mismo. Dios es todo lo que el hombre no es, y viceversa. El ateísmo sólo en apariencia es negativo: niega a Dios para afirmar al hombre" y liberarlo. Cuando el hombre tome conciencia de que aquello a lo que adoraba bajo el nombre de Dios no era sino su esencia, lo propio de la humanidad, podría construir una nueva religión, la Religión de la Humanidad. Esta religión se identificaría con la política: su providencia sería la previsión del hombre que se organiza para asistir a los hombres en dificultades; su culto, el ejercicio del amor al hombre por el hombre

Para Marx la religión es un consuelo ilusorio ("opio del pueblo”), que permite olvidar la miseria humanas esperando un más allá. La crítica de la religión desemboca en la exigencia de una felicidad real, que se alcanza con la humanización del hombre. El trabajador está alienado porque para vivir tiene que venderse a los capitalistas; se ha convertido en mercancía, que produce a su vez mercancías. El trabajo se ha convertido en violencia, en opresión. En el comunismo, nadie depende de nadie, nadie puede convertirse en mercancía de otro y el desarrollo del individuo posibilita el desarrollo de todos. Entonces se produce la apropiación real de la esencia del hombre.

Para Ernst Bloch el hombre es por naturaleza el ser de la esperanza, está orientado al futuro; en eso se distingue del animal. La aspiración del hombre no va hacia arriba, sino hacia adelante. Ateísmo y cristianismo no se excluyen. La crítica de la religión de Bloch intenta descubrir los elementos revolucionarios de la religión y liberarlos de los aspectos deformes. La religión está ligada a la esperanza. La religión, en sentido negativo, es represiva y regresiva. La orientación hacia arriba es propiamente una atadura al pasado (dios de la creación). Pero el hombre ha de librarse del pasado y esperar en el futuro. "Sólo un ateo puede ser un buen cristiano; pero, a su vez, sólo un cristiano puede ser un buen ateo"
Con su filosofía de la esperanza, Bloch ha inspirado a la teología contemporánea, evangélica y católica.

Sartre es el principal representante del existencialismo ateo francés. El existencialismo es una filosofía que coloca en el centro de su atención la existencia del hombre. La filosofía de Sartre es el intento de extraer todas las consecuencias de una postura atea coherente. Aunque existiera Dios, nada cambiaría. Lo decisivo no es la existencia de Dios, sino que el hombre debe encontrarse a sí mismo y estar persuadido de que, fuera de él, nada puede salvarlo. En este sentido, el existencialismo es también optimista y una doctrina de la acción.

Fromm intenta establecer una síntesis del psicoanálisis y de la teoría crítica de la sociedad de Marx. En oposición a la religión tradicional, Fromm intenta perfilar una nueva religión basada en la humanidad del hombre. Con ello se elimina todo concepto teológico de Dios. La alienación de la existencia humana radica en la orientación al tener. La existencia humana sólo se realiza en la categoría del ser. La religión humanista propuesta por Fromm está al servicio del despliegue de la personalidad y de la humanidad del hombre. Como en Sartre, también para Fromm el hombre depende únicamente de él mismo. El proceso de autorrealización humana es visto como una especie de movimiento circular: sólo el hombre que parte de sí mismo puede conquistarse a sí mismo.








EL CREPUSCULO DE LOS IDOLOS I



Nietzsche alcanza la cima de su pensamiento con su obra "Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie". Sustituye a Dioniso por Zaratustra, para romper con toda la filosofía anterior, y personalizar en una nueva figura todas sus ideas. Las propuestas asociadas a Dioniso estaban claramente influenciadas por Schopenhauer. Tomando a Zaratustra como protagonista de su pensamiento, Nietzsche pretende desarrollar una filosofía propia y original. La crítica va a seguir dirigiéndose contra toda la filosofía anterior y contra el cristianismo, pero de forma más radical. Zaratustra es un  nuevo profeta que sustituirá a todos los anteriores, que han pervertido el mensaje de la vida. 
 
Crepúsculo de los ídolos, o cómo se filosofa con el martillo (1889) es una de sus últimas obras que escribe con la creatividad que antecede a su colapso mental que terminará con su lucidez. El titulo parodia el título de la obra de Wagner “El crepúsculo de los dioses”. Siguiendo las tres metamorfosis anunciadas en Zaratustra, equivale al león que rompe, pisotea y destruye todos los valores establecidos. Ruge contra la filosofía kantiana y contra el cristianismo que corrompen al individuo. Pero también ruge contra la ideología nacionalista alemana. Nietzsche pretende derribar a martillazos las estructuras en las que los falsos ídolos se levantan, para eliminar el envenenamiento y la calumnia a la que la moral ha sometido al ser humano y que ha debilitado sus instintos.

Tras su muerte el 25 de agosto de 1900 en Weimar, su hermana Elisabeth, quien se casa con el nacionalista prusiano Föster, manipula su obra, destacando aquellos aspectos que luego serían reivindicados por los nazis.


En el quinto capítulo Nietzsche atenta directamente contra la noción tradicional de moral. En lo relativo a la moral cristiana defiende que la Iglesia postula la más estúpida y ridícula medicina espiritual; no pregunta jamás cómo embellecer un apetito, simplemente lo extirpa. Es como si un medico extrajera los dientes para evitar que éstos duelan. Este modo de proceder parte de gente que, o bien son demasiados débiles, o bien están demasiado degenerados como para luchar contra un apetito e imponerle moderación. La moral cristiana es un conjunto de leyes y doctrinas que castran la vida del hombre y lo convierte en enfermo.

Pero no sólo la moral cristiana es contranatural, casi todas las morales se empeñan en perseguir aquello que precisamente debe ser fundamento de una moral sana; los instintos de la vida. No hay que ampararse en códigos absurdos que declaren valores superiores, pues, eso es simplemente una negación de la realidad. Establecer normas, es situarse por encima de la vida y negar que sea la vida misma la que realmente valora a través de nosotros.


En el sexto apartado titulado Los cuatro grandes errores, Nietzsche recorre los principales equívocos que se han cometido en la historia de la humanidad. El primero de los cuales es confundir la causa con la consecuencia. Tanto la religión como la moral te dictan lo que debes y no debes hacer para lograr ser feliz, confunden la causa con la consecuencia; es más bien al revés, si eres feliz serás virtuoso. Todo lo bueno es instintivo y, por tanto, necesario. Mientras que todo lo malo es consecuencia de una degeneración de los instintos. Así, pues, no se trata de que seas malo porque no cumples los mandamientos de una determinada religión, al contrario. Tu debilidad reside en no seguir tus propios instintos y abandonarte a los dictámenes de una moral que crea valores superiores.

El segundo error expuesto en este apartado es el de creer en una causalidad falsa. Como explica Nietzsche siempre hemos creído que nosotros mismos éramos causa de nuestra voluntad, o que las causas de una acción habría que buscarla como motivos en nuestra conciencia. Incluso que el yo era causa del pensamiento. No obstante, todas estas afirmaciones son resultado de una causalidad falsa que parte de la creencia de que nuestras acciones son libres.

El tercer error es el error de las causas imaginarias. El ser humano necesita buscar causas que expliquen su estado de ánimo en un determinado momento. No obstante, no ahondamos en las causas que explican por qué nos encontramos mal o bien, simplemente recurrimos a un proceso mucho más fácil; recordar estados anteriores semejantes y sus causas aparentes. Con ello lo que logramos no es averiguar las causas últimas, sino establecer correlaciones como si fueran causas. Y ello se debe a que es más reconfortante reducir algo desconocido (la causa real) a algo conocido (el recuerdo de una situación similar). Es decir, el miedo a lo desconocido nos impide indagar realmente sobre las causas que nos produce un estado de ánimo determinado. Así sólo logramos crear causas imaginarias. La Iglesia y las morales se nutren de este error;

El último error aludido es el error de la voluntad libre. La idea de una voluntad libre nace de la demanda de los teólogos de buscar culpables y castigarlos. Sólo se es libre para poder así responsabilizar a la humanidad. Los sacerdotes culpan y castigan para dominar.


Ver http://josuehrs.blogspot.com 









EL CREPUSCULO DE LOS IDOLOS II

Ya el título del libro es una ironía contra Wagner (El crepúsculo de los dioses)

Un primer apartado nos ofrece cuarenta y cuatro bre­ves y brillantes aforismos. Nietzsche ejercita su puntería contra la mujer, el Reich alemán, el filósofo, la moral, el arte, la ciencia: todos quedan tocados.

El segundo apartado es una monogralia acerca de Sócrates. Nietzsche vuelve aquí a su primera época: «el problema Sócrates» tema central de El nacimiento de la tragedia, es sometido una vez más a examen. Sócrates fue un plebeyo, nos dice Nietzsche; fue, además, feo; y por tanto, un criminal; en suma: un enfermo, un decadente. Sus instintos se disgregaban. Y la medicina inventada por él para combatir el mal (la dialéctica, la racionalidad) no fue, a su vez, otra cosa que un síntoma de la dolencia que le corroía. Y Sócrates quiso morir, esto es: se suicidó por manos de los jueces atenienses.

El apartado tercero, «La razón en la filosofía», es, sin duda, central en esta obra.

La idiosincrasia del filósofo se resume en esto: en su odio a la noción misma de devenir y, en consecuencia, en su odio a la vida. La filosofía anterior (con la excepción de Hera­clito) ha sido obra del resentimiento. La razón en filosofía es la causa de que nosotros falsifiquemos el tes­timonio de los sentidos. Nietzsche acaba este apartado con cuatro tesis, en las que resume toda su me­tafísica.

Un ataque frontal a la «moral» en todas sus formas, desde el Nuevo Testamento hasta Schopenhauer, es el contenido del quinto apartado. La moral, dice Nietzsche, tiende a aniquilar las pasiones a causa de la estupidez existente en ellas. Tiende, pues a castrar al hombre; y es, en consecuencia, una rebelión contra la vida, algo que va contra la naturaleza. Pero, dice Nietz­sche, con ironía, la medicina preconizada por la moral equivale a extraer los dientes para que éstos no duelan.

El apartado sexto, dedicado a poner de manifiesto «los cuatro grandes errores», se halla en íntima conexión con el tercero. Los cuatro grandes errores son cuatro errores psicológicos que tienen graves consecuencias morales. Estos cuatro errores son: el error de la confusión de la causa con la consecuencia; el error de la causalidad falsa; el error de las causas imagi­narias y el error de la voluntad libre. La moral y ¡a religión, dice Nietzsche, caen bajo este concepto de cau­sas imaginarias.

El apartado séptimo, dedicado a aquellos que ven su misión en «me­jorar» a la humanidad constituye una ejemplificación concreta de lo que significa la moral corno contranatu­raleza. La mejora perseguida por la moral y la religión ha consistido siempre en poner enfermos a los hombres, en debilitarlos, en castrarlos.

A partir de este momento cambia de atmósfera la obra. Lo que viene a continuación es como un «segundo libro», con otros temas y con otro trata­miento. Hasta ahora Nietzsche se ha mantenido en un tono más bien teórico, discursivo. Ahora llega el instante de las confesiones, incluso de la autobiografía.

«Lo que los alemanes están per­diendo» (apartado octavo) es la sección más melancó­lica de todo el libro. Nietzsche echa una mirada a su patria; la amargura que ésta le produce no le un pide ser justo. En pocas líneas traza Nietzsche uno de los me­jores elogios de Alemania escritos nunca. Alemania tiene virtudes más viriles que las que ningún otro país de Europa puede exhibir. Mucho buen humor y mucho respeto de sí, mucha seguridad en el trato, en la recipro­cidad de los deberes, mucha laboriosidad, mucha cons­tancia. Y una moderación hereditaria, que más que del freno necesita del acicate. Añado que allí todavía se obedece sin que el obedecer humille... Y nadie desprecia a su adversario...» Pero Alemania ha elegido, a partir de 1871, una vía equivocada: quiere dedicarse a la «gran política», quiere tener poder sin darse cuenta de que el poder vuelve estúpidos a los hombres. Y así la chabaca­nería, piensa Nietzsche, está anegando a su país. Este apartado contiene, en su sección final, un penetrante estudio sobre lo que debe ser la educación; aquí resume Nietzsche toda su experiencia de profesor. La educación se define por estas tres tareas: aprender a ver; aprender a pensar; aprender a hablar y a escribir.

El largo apartado titulado «Incursiones de un intempestivo», que es el penúltimo y que ocupa por s¡ solo más de una tercera parte de toda la obra, es un verdadero ajuste de cuentas. Encontramos aquí al Nietzsche iróni­co, travieso, malévolo, en sunta: al Nietzsche sarcástico. Nietzsche se ensaña con los nove­listas franceses del momento. De repente, una breve pa­rada (el § 10): Nietzsche vuelve tos ojos a su primera obra, a sus conceptos de lo «dionisíaco» y de lo «a po­líneo». Pero en seguida toma de nuevo el látigo, y las victimas son Carlyle, Darwin, Kant, etc. Una última con­frontación con Schopenhauer, su “educador” en los años jóvenes, va seguida de ataques al arte por el arte, de una equiparación entre el cristiano y el anarquista, de una crítica de la moral de la decadencia, de una crítica de la mo­dernidad, de un examen de la cuestión obrera, de una exposición de su concepto del genio, de un inquietante análisis del tipo del criminal, para terminar en un pa­negírico de Goethe: “Goethe es el último alemán por el que yo tengo respeto”.

El apartado final es un fragmento de autobiografía que preludia el Ecce homo. N¡etzsche hace la historia de sus estudios, ofrece una enumeración de sus modelos, ataca a Platón, y pone en la picota a los filólogos clásicos

Si desde el punto de vista del contenido este libro aborda la totalidad de los problemas estudiados por Nietzsche, también desde el punto de vista de ¡a forma es un muestrario completo de los «estilos». Tenemos la sentencia breve y el desarrollo minucioso de un tema en va­rios apartados, tenemos el aforismo y el asalto repetido a una misma cuestión desde diversas pers­pectivas.

Con razón fue esta obra la primera que adquirió no­toriedad e hizo famoso a su autor.





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