viernes, 12 de noviembre de 2010

El neoplatonismo



Milán era la residencia de la corte imperial y un centro cultural, donde se conocía bien a Platón y el neoplatonismo. La figura más influyente era el obispo Ambrosio, cuyos sermones fascinaron a Agustín. Ambro­sio, que conocía bien a Plotino, Filón y Orígenes -sabía griego- practicaba una interpretación alegórica de la Biblia (en el relato de la caída, por ejemplo, la serpiente, la mujer y el hombre eran considerados, como figuras de la delectación, la sensualidad, y el entendimiento que se deja arrastrar por los sentidos). De este modo, Agustín pudo aceptar los escritos bíblicos.

Además, conoció los escritos de Plotino. En ellos descubrió algo fundamental para la historia del pensamiento occidental: Dios y el alma son realidades inmateriales. Casi todos los filósofos antiguos hablan sido materialistas. La conversión filosófica de Agustín al neopla­tonismo introduce definitivamente el inmaterialismo en la filosofía posterior. El neoplatonismo permitirá a S. Agustín explicar la existencia del mal sin recurrir al dualismo maniqueo. Las cosas ni son absolutamente ni no son absolutamente. Existen porque tienen el ser de Dios, no son absolutamente porque no son lo que es Dios. Las cosas tienen un grado de bondad, pero son corruptibles. Todo lo que existe es bueno, el mal no es una sustancia, sino una privación del bien.


El neoplatonismo es una sistematización de la filosofía y de ideas religiosas orientales, se utilizó para revitalizar el politeismo y frenar la propagación del cristianismo. Muchos filósofos neoplatónicos escribieron libros contra los cristianos. El mundo intelectual intentó demostrar que el paganismo no estaba acabado. Invocando la autoridad de Platón, a quien los cristianos reverenciaban, pretendían mantener a los dioses y los ritos paganos.
El neoplatonismo fue fundado por Plotino (205-270), nacido en Licópolis (Egipto), discípulo en Alejandría de Ammonio Sacas, quien quizá más que un filó sofo era un maestro de vida espiritual que enseñaba el arte de purificar el alma y unirse a la divinidad.

Plotino presenta su enseñanza como un comentario a las obras de Platón. Pero hay mucho más que eso. Es también antes un místico que un filósofo. Plotino parte de la contemplación mística de Dios, a quien llama el «Uno», y luego intenta, ayudándose por el platonismo, esclarecer ese éxtasis primero. Lo cual supone una pérdida: «el espíritu escribe el mismo Plotino tiene la temeridad de separarse en alguna forma del Uno.

El Uno es absolutamente transcendente: está «más allá del ser y la substancia») y, por tanto, «más allá de la mente y la cien cia»: es inefable e incomprensible. Plotino inaugura así lo que se llamará más tarde «teología negativa». Nada puede saberse acerca del Uno, ni nada puede predicarse de él: ni el ser, ni la substancia, ni el pensamiento, ni la voluntad, ni la acción. Todo esto no son sino determinaciones que están «más acá» del Uno y que suponen siempre alguna dualidad (por ejemplo, el pensamiento implica la dualidad sujeto-objeto):

«No es algo, sino anterior a cada ser. Está privado de forma, hasta de la forma inteligible, pues la naturaleza del Uno, generadora de todas las cosas, no es ninguna de ellas: no es tampoco algo, ni cualidad, ni cantidad, ni inte lecto, ni alma, ni móvil ni inmóvil, ni en lugar ni en tiempo, sino uniforme en sí mismo, o antes bien informe, anterior a toda forma, movimiento o reposo. Estas determinaciones en efecto, son propias del ser, y lo convierten en múltiple»

El modo como todo procede del Uno es una emanación que deja al Uno inalterado, intacto. La emanación no es propiamente «creación» (en el sen tido cristiano), y tampoco conduce a un panteísmo neto: el Uno no es el Todo.. A partir del Uno por emanación surge el Nous (Inteligencia), que conoce al Uno y a sí mismo y a todas las cosas, pero no en una idea, sino en multiplicidad de ideas. En el Nous se encuentran las Ideas platónicas y equivale al mundo inteligible. Del Nous emana el Alma del mundo, que no conoce al Uno, y de la que proceden todas las almas y formas de los seres sensibles. Ella anima el alma de todo lo viviente y así gobierna todo, como Providencia que origina un cosmos armónico y bello.

El hombre, como alma en un cuerpo, es el centro del cosmos. Y es en él como se inicia el proceso de retorno al Uno. Este proceso se realiza mediante una purificación progresiva que elirnine todas las diferencias (hay que alejarse del cuerpo, de la sensación, de las pasiones, del pensamiento discur sivo.. ) La música, el amor (éros) y la filosofía son los medios para conseguirlo. Pero, esencialmente, se trata de que el hombre entre dentro de sí mismo, vuelva a la interioridad: «El sabio saca de sí mismo lo que revela a los demás y mira hacia si mismo, pues no sólo tiende a unificarse y aislarse de las cosas externas, sino que está vuelto hacia si mismo y encuentra en si todas las cosas». La meta final de este proceso es el regreso y contemplación del Uno:

«El verdadero fin del alma es adherirse a esta luz y contemplarla por si misma, y no por la luz de otro ser, lo mismo que no se contempla el sol a la luz de ningún otro astro». Así, para Plotino el «sabio» ya no es el hombre teórico,

El éxtasis es la salida de uno mismo y traslado del alma a una región en la que se pone en presencia directa de Dios o de lo inteligible. En ese momento quedan suspendidas todas las operaciones de las facultades inferiores. No se puede comunicar con palabras lo que se experimenta en este estado, es algo inefable.

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