miércoles, 29 de octubre de 2014

SAN AGUSTIN PECADOR




San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, Numidia, ahora Souk Ahras, Argelia. De niño, no fue bautizado ni recibió ninguna formación cristiana; a los 11 años fue enviado a la escuela en Madaura, un centro de cultura y aprendizaje pagano.

Regresó a su hogar en el 369 y en el 370 se trasladó a Cartago, donde conoció y disfrutó de los placeres de la carne, incluida la h0m0scxualidad.

"Cuando llegué a Cartago, a mi alrededor bullía un caldero de amores ilícitos. Yo nunca había amado y estaba ansioso por amar. 

( ... ) Me parecía dulce amar y ser amado, y mucho más si podía disfrutar del cuerpo de la persona amada. De modo que contaminé el agua primaveral de la amistad con la suciedad de la concupiscencia. Enlodé su limpia corriente con el infierno de la lujuria y, a pesar de ser impuro e inmoral, con mi exceso de vanidad solía comportarme como un hombre de mundo que frecuenta los lugares elegantes que están de moda. Me zambullí de cabeza en el amor, ya que anhelaba que me atrapase". (Confesiones, San Agustín)

Se convirtió al Maniqueísmo, una mezcla del cristianismo con otras religiones orientales que hablaba del dualismo entre el bien y el mal, la transmigración de las almas y la posibilidad de la salvación, y que, entre otras cosas condenaba los placeres sexuales pero era menos condenatorio con los placeres h0m0scxuales puesto que: 
a) no compartían la falsa aureola de santidad que la scxualidad marital utilizaba para tentar a los desprevenidos hacia una vida autocomplaciente, y b) no atrapaban las almas dentro de la materia, como ocurría con las relaciones heteroscxuales cuando producían niños.

Durante esta época, San Agustín reanudó su amistad con un joven cristiano que conocía desde la infancia. La relación, que apenas duró un año, fue "lo más dulce que experimenté en toda mi vida. 

Porque estando aquel amigo mío enfermo de calenturas, le dio una vez un síncope, que le duró mucho tiempo, juntamente con un
sudor mortal, y viéndosele ya sin esperanzas de vida, se le dio el Bautismo sin que él lo supiese, ni pudiese conocerlo, lo cual me dio poco cuidado, persuadiéndome que su alma conservaría mejor lo que yo le había enseñado, que lo que se ejecutaba en su cuerpo sin saberlo él ni advertirlo. Pero muy al contrario sucedía, porque él volvía en sí y con salud en el alma. 


Luego al punto que pude hablarle (y pude luego que él pudo oírme, pues no me apartaba de su lado, y mutuamente pendíamos uno de otro), intenté burlarme del Bautismo que le habían dado, cuando se hallaba muy lejos de tener conocimiento ni sentido: creyendo yo que él también se burlaría conmigo de aquel hecho, como que ya sabía entonces que le habían bautizado. Mas luego que oyó mi burla, me mostró tanto horror como si fuera yo su mayor enemigo, y me amonestó con una admirable y repentina libertad, que si quería ser amigo suyo, no volviese a hablar de aquello por
aquel estilo. Yo entonces, espantado todo y turbado, reprimí lo que se me ofrecía responderle, dejándolo para cuando hubiese convalecido y estuviese capaz con las fuerzas de su cabal salud, para poderle yo decir entonces todo cuanto quisiese. Pero pocos días después, estando yo ausente, le acometieron otra vez las calenturas y murió; mejor dicho, fue como arrebatado de entre las
manos de mi locura, para estar bien guardado junto a Vos para mi consuelo.

San Agustín quedó desolado. "Todo lo que había compartido con él, sin él quedaba reducido a un tormento cruel. (...) Me sorprendía que siguieran vivos otros mortales puesto que había muerto aquel a quien yo había amado como si no fuera a morir jamás. Y me sorprendió aún más el hecho de que mientras él estaba muerto yo estuviera vivo, porque él era mi "otro yo". Ya lo había dicho alguien refiriéndose a su amigo: que "era la mitad de mi alma". Había llegado a sentir que mi alma y la suya eran "una sola alma dentro de dos cuerpos". De modo que mi vida se convirtió en un horror. No quería vivir sólo con la mitad de mí mismo, y tal vez el motivo por el cual le temía tanto a la muerte era que entonces habría muerto la totalidad de mi amado amigo."

El futuro santo tuvo también una amante que, en el año 371 le dio un hijo de nombre Adeodato. Entre los años 374 y 383, dirigió una escuela de retórica en Cartago; después se trasladó a Roma, donde siguió enseñando retórica. Bajo la influencia de San Ambrosio, acabó rechazando las doctrinas maniqueas. Un domingo de Pascua, el 25 de abril del 387, San Agustín y su hijo Adeodato fueron bautizados en el cristianismo.

Agustín se deshizo rápidamente de su amante y regresó a África en el 388. Vendió sus bienes, distribuyó el dinero entre los pobres y convirtió su casa en una comunidad monástica. San Agustín fue ordenado en Hipona luego, fue consagrado obispo auxiliar, y poco después fue nombrado obispo.

En agosto del 430, los vándalos se apoderaron de Cartago y sitiaron Hipona. San Agustín falleció el 28 de agosto (día de su festividad), durante el sitio.

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